04 febrero, 2008

EL BUEN CHILENO

TENEMOS MUCHAS DEUDAS. DEBEMOS HARTA, HARTA PLATA”. Las palabras son de Roberto, guardia de seguridad del Banco de Chile, quien intentó robar, junto a un compañero, el cajero automático de la misma sucursal en la que trabaja.

El día de ayer volví a leer diarios, mientras disfrutaba de lo que denominé mi día hedonista, esto es tomar y comer a destajo, ver fútbol, dormir siesta casi en pelotas exudando la botella de vino que tomé al almuerzo y saboreando por reflejo el bife de chorizo con puré picante mientras me hallaba sumergido en no sé qué fantasía. Más tarde, algo aletargado, creerme estrella de rock intento en el cual, al menos cuento con un aliado o aliada. Cada vez que me pongo a tocar guitarra en el balcón del departamento a eso de las 7 de la tarde, desde el piso inmediatamente superior, que no puedo ver, comienza el ruido algo más melódico que el mío de una vieja armónica que lentamente se acopla a la canción de turno. En realidad nada especial, sólo que le puse título a un día en el que explicité mi deseo de pasarlo bien solo (léase de las dos maneras) y en el que me desperté a eso de las 8.35 de la mañana.
Apostada en la parte inferior derecha del cuerpo A del Mercurio, la usual cita inmortalizada de quien se cree es el protagonista, o uno de los, de la semana. Allí ha quedado plasmada la voz de miles de delincuentes como Roberto, claro que de distinta magnitud: Augusto, Lucía, Guido, Javier, sólo por nombrar a una pequeñísima parte. Algunos de terno y corbata, otros de uniforme y otros de sudadera. Aunque la moral diga lo contrario, no hay duda de que es infinitamente más despreciable quien roba al Estado que quien lo hace a un ente privado y entiendo que en la mayoría de los casos, 51% por lo bajo, el primero lo hace por ambición y el segundo, dije la mayoría, por apuro. En estas labores, los augustos –mejor dicho danieles– y los guidos son los mayoristas y están blindados; los robertos y los juanes son los detallistas y están solos. Bueno, es el hampa y como todo tiene matices.

Las letras del Mercurio de hoy domingo están salpicadas de interpelaciones a la consecuencia, léase esto como lealtad a prueba de todo con las ideas que uno profesa. Todo ello a propósito de Volodia. Leo la celebrada pluma de Carlos Peña, siempre demasiado correcta, y a continuación los oligofrénicos escupitajos de Cristóbal Orrego, quien con igual altura tomó la posta de Hasbún, el también oligofrénico cura que hace tiempo fue marginado del salmo dominical.
Bueno, la consecuencia es el tema. El análisis de Peña y Orrego se encuentra en la figura de Hitler. Ambos defienden la idea de que el creer en un ideal y defenderlo hasta la muerte no siempre es bueno. De ahí que aparezca la figura de Adolfo, no el colorín, el de bigote corto, sosteniendo este argumento de básica. Peña, va más allá y concluye que el mundo es mejor gracias a esa multitud de inconsecuentes que proclaman los derechos de los animales y sin ningún problema se preparan un bife. Reconozco cierta simpatía por la idea que, puesta en esos términos me parece algo graciosa y, además, bien made in Chile. Ahora, la desapruebo porque llevada hacia niveles mayores de seriedad huele bastante mal.

En el D, un cuerpo antes que en el que aparece Peña y Orrego, leo una crónica cuya bajada dice lo siguiente: “Defendiendo a los animales, al comercio justo, al océano o a la Patagonia chilena, las celebridades quieren usar su fama para cambiar el mundo”. Bien. El artículo está apoyado por varias fotos, entre ellas la del rostro de Benjamín. Él, protagonista de varias teleseries, quiere cambiar al mundo. Además de embajador de la UNICEF se comprometió con la campaña mundial de comercio justo de INTERMON OXFAM, a través de la cual se exige un trato igualitario entre los países exportadores de algodón, pobres, y los países compradores.
Paralelamente Benjamín, al igual que muchos otros defensores de causas nobles tiene contrato millonario con Almacenes Paris, multitienda de la cual es rostro estable en sus campañas publicitarias. Benjamín es el promotor del consumo frenético, el rostro de las inocentes treinta o mil ochocientas cuotas, posibles gracias a una tarjeta que representa sin duda alguna el medio de consumo más injusto y miserable que hoy el comercio ofrece. Benjamín es un arma infalible de ventas y se llena los bolsillos de plata con los desorbitados intereses que genera el uso draconiano de la tarjeta que el mismo con cierta ternura promueve.

Vuelvo al cuerpo A del diario y me tropiezo de nuevo con Roberto, el guardia de seguridad, cuyo sueldo no le alcanzaría para pagar sus deudas ni en dos vidas. Su “estoy endeudado hasta el pico” es la realidad de un país materialmente inconformista que encontró en este tipo de tarjetas una forma de satisfacer su megalomanía. Roberto es tan víctima como victimario y Benjamín tan culpable como el vaquero de Marlboro; ahora, tengo entendido que el chico cool de los cigarrillos murió de cáncer y Benjamín difícilmente corra la suerte de Roberto. La plata que recibe Benjamín, que podría ser tan sucia como la que intentó obtener Roberto, está blanqueada por el sistema.
Y ojo que no le exijo consecuencia a nadie, sólo contradigo una idea que me pareció algo gratuita. Después de todo dije hace algunos meses que nunca más compraría un diario y ahora me alcanza para encender cinco parrillas y envolver nueve kilos de paltas duras. En palabras de Peña también soy un buen chileno.

5 comentarios:

Juan Emar dijo...

Me pasó algo similar con la columna de Peña.
Si bien la consecuencia y la coherencia son temas que me atraen -y si me disculpas la autorreferencia- y de los que he escrito, me incomodó bastante el argumento hitleriano.
Lo encontré muy básico. Encontré que es sacarle el poto a la jeringa, al más puro estilo liberal-progre que tiene Peña.

Claro, nadie cuestiona el carácter de "demonio universal" del austríaco, pero pocos unen los puntos como tú entre un robo, ser guardia de seguridad, las deudas, campañas por comercio justo, y las tarjetas de crédito.

Peña no se hace la pregunta que para mí es fundamental: ¿A quién le conviene la consecuencia?
¿A quién le conviene que uno sea predecible en sus actos conforme a su discurso?
(de predecir a controlar, en seres humanos, hay solo un paso)
¿A quién le es más fácil ser consecuente, y vivir de acuerdo a los valores imperantes? Vale decir, abrazar ideológicamente el status quo, y cada día vivirlo en perfecta armonía y consecuencia.

Contestando esas preguntas -creo yo- están las claves de por qué se promueve la consecuencia como un valor. Y quienes son los que lo hacen.

Saludos

VIGs dijo...

mi mami me enseño a trabajarmelo todo antes de comprar nada... filo con las deudas, son una trampa. tampoco me gusta quedar endeudada de la vida.

tambien somos chilenas... bien chilenas. pero de la minoria q se parte el lomo y despues vive de lo que es capaz de generar.
en cuanto a benja... prefiero q apoye = la causa, peor seria q solo estirara la manito. y la consecuencia es un valor q no viene incorporado. la inconsecuencia es full humana.

VIGs dijo...

se me olvidaba, lindo el tonito tato! welcome back!

Anónimo dijo...

Justo cuando comenzaba a escribir sobre otros ejemplos y ejemplares de consecuencia/inconsecuencia (la plana mayor del the clinic "firme junto al pueblo" en valle nevado, etc), me di cuenta que había caído en la trampa cliché que nos pone el autor del texto... ¡claro! un tema atractivo por donde retomar el blog, astuto.
En segunda vuelta, me parece que es más interesante la discusión sobre las ideas y cuestionamientos que se promueven en los medios masivos que construyen la "realidad", a la cual accedemos como información, "realidad" que como este artículo está llena de trampas. Quizás otro cliché.
Puede ser, que al final lo más novedoso que podamos discutir sobre este texto, sea con relación aquél misterioso sujeto/a que sintoniza su ármonica con tu guitarra,
¿será eso posible? (leáse de las dos maneras)

Anónimo dijo...

Tb soy de las ilustres personas que se han raspado el culo para tener lo poco que tienen y lograr mis grandes proyectos, no soy de las personas para las que el fin justifica los medios...pero las odiadas deudas y las odiosas tarjetas me ayudaron.

consecuencia/inconsecuencia, blanco o negro....me sobrepasa...pero si creo en el sagrado derecho al cambio de opinion