08 octubre, 2006

¿Hamburguesa o Chapsui?

¿Hamburguesa o Chapsui?


Escribir con el estómago vacío, puede ser un juego algo tortuoso o un buen ejercicio de estoicismo. Las neuronas pueden excitarse al mismo tiempo que lo hacen las tripas. El asunto es que, a propósito de la porción de chapsui o la hamburguesa rodeada de papas fritas que lograron despertar mi antojo, me puse a pensar en la forma que tomará la estructura del poder mundial durante las próximas décadas. Hablar de China como un actor de primer orden – ya no emergente – en el sistema internacional, no logra abrir el apetito de nadie. En cambio, hincar el diente en el contexto dentro del cual este acontecimiento está operando, permite disfrutar de nuevos sabores a la hora de masticar un tan repetido plato. Si los historiadores, por manejar tiempos más largos y mirar las cosas en perspectiva pueden ver en un hecho parte de una tendencia de la más completa actualidad, para el resto tal hecho puede ser ya un lugar común. Llevado al plano gastronómico si para algunos el pastel está recién horneado, otros pueden considerarlo un tanto añejo.

Esta tendencia, claramente identificable a partir de la década de los 90’, puede ser bautizada como la “Pacificación” de las Relaciones Internacionales, esto es, la “reciente” activación de un área geo – estratégica y, con esto, la reorientación de los centros de poder mundial hacia el Océano Pacífico. Con reciente, remito a un proceso que en el transcurso de la humanidad solamente es antecedido por dos largas instancias de similar magnitud. La primera, se relaciona con lo que podríamos considerar la “Mediterranización” del mundo. Aquí Europa concentraba el poder y lo proyectaba hacia el Mar Mediterráneo, el gran lago del que conocemos hoy como Viejo Continente; área geográfica en la cual operaban una serie de relaciones entre distintas culturas y que pueden ser leídas en diferentes planos e intensidades. Primeramente fue el principal punto de encuentro comercial entre oriente y occidente. De allí las relaciones alcanzaron niveles cada vez más complejos. A través de los juegos del intercambio éstas se fueron progresivamente extendiendo hacia formas más abstractas, esencialmente culturales. Pasarán muchos siglos antes de que – tras algunas interrupciones producto de la expansión musulmana – el panorama mundial comience a cambiar. La introducción – u occidentalización - de la imprenta, la pólvora y la navegación de alta mar, le entregan a Europa los mecanismos para lograr saciar la sed de sus pujantes sociedades pre-industriales. A fines del siglo XV se visualiza un profundo quiebre tras el surgimiento de un nuevo fenómeno: el de la “Atlantización”, proceso que le entrega a Europa el dominio del globo. La aparición de los Estados Nacionales en la Época Moderna va a significar una redefinición de las relaciones internacionales en términos políticos y económicos. Nuevos grandes poderes, principalmente las nuevas monarquías de Europa occidental, iniciarán la era transoceánica y darán pie para la formación de un sistema global de Estados. Por el hecho de que Europa solamente introdujo tecnología que había sido desarrollada por los asiáticos siglos antes, hay que detenerse en la paradoja que plantea China en estos momentos de la historia. De las civilizaciones premodernas China es, sin duda, la más avanzada. Con una población superior a la de Europa, 100 a 130 millones en relación a los 50 a 55 millones de europeos (P. Kennedy, 1987), su cultura milenaria, su poder de organización político y sus fértiles e irrigadas tierras la colocan por sobre cualquier civilización contemporánea.

La paradoja se plantea entonces al intentar resolver por qué Europa y no Asia, más precisamente China, termina por conquistar América, abrirse paso hacia nuevas latitudes y lograr la supremacía desde un punto de vista económico y político dentro del sistema mundial. El chapsui aún no está listo o como se ha dicho China aún no ha chocado con los límites de lo posible, lo que ha inhibido la completa aplicación de la técnica que ha desarrollado. La mentalidad conservadora, típica del confucionismo puritano coloca a la región en un plano muy distinto que el de la generada en las pujantes ciudades mercantiles europeas, donde si hay una predisposición etológica hacia el desarrollo y la expansión económica. Otras razones de carácter más eventual – ya no estructural – hablan del repliegue chino con el fin de defender sus fronteras ante el avance mongol y la incursión de piratas japoneses. Mientras el Mediterráneo pierde preponderancia, el Océano Atlántico se transforma en el área geo - económica de mayor trascendencia. El descubrimiento de América termina por romper el antiguo esquema euro – afro – asiático para dar paso a un sistema económico a escala mundial. El mundo tal cual hoy lo conocemos ya está enteramente conectado, lo que nos sugiere la idea de que el concepto contemporáneo llamado globalización ya es una realidad operativa a partir de entonces. Evidentemente no es la religión, ni tampoco la política sino el comercio lo que nos regala una idea primitiva de globalización, en la medida en que al ser el principal vehículo de intercambio material, es el punto de encuentro en el que se materializan parte importante de las relaciones interestatales de este nuevo sistema mundo El carácter marcadamente eurocéntrico del sistema internacional se extenderá hasta el primer cuarto del siglo XX, luego de que Estados Unidos se coloque al frente del sistema en lo que va a significar la reorientación del escenario internacional.

El poder británico retrocede y deja lugar para que el liderazgo estadounidense - de fuerte carácter universalista - tome el lugar correspondiente. Tal como se ha dicho, desde tiempos del Imperio Romano que no existía una única nación que se alzara por sobre las demás de la manera en que hoy lo hace Estados Unidos. El concepto de concierto internacional, basado en el principio de equilibrio de poderes, retrocede en favor de la hegemonía estadounidense. Es necesario preguntarse, a la luz de los procesos que superficialmente hemos revisado, cuánto tiempo le queda a Estados Unidos en términos de poder y cuáles son las principales amenazas que enfrenta su supremacía. Es el crecimiento económico y el desarrollo tecnológico sumado a estructuras sociales proclives al cambio lo que inicialmente conduce a un pueblo a adquirir la condición de potencia mundial o de imperio. El desarrollo económico tiene inevitablemente un fuerte impacto en las estructuras sociales, en el sistema político y en el poder militar, todos ellos elementos que confieren o niegan la supremacía de un Estado por sobre otro. Por razones naturales, el ritmo de crecimiento de los distintos países es irregular, pues está condicionado a experiencias históricas particulares e irrepetibles. De este modo podemos entender las asimetrías inherentes al sistema mundial y, asimismo, el auge y caída de las grandes potencias con sus respectivas áreas geográficas de influencia. Con ello la reorientación de los centros de poder. El problema de los límites del poderío estadounidense es útil para introducir, en la medida en que se transforme en una amenaza, el creciente y sostenido poderío alcanzado durante los últimos años por algunas regiones del Asia – Pacífico.

Da la impresión de que hoy en día las hamburguesas a muchos ya les han producido bastante dolor de estómago. De arrogante aspecto y protegida por intragables subsidios, su pretensión de seguir siendo una bola de carne hegemónica se ha visto – aunque aún tímidamente - amenazada por un puñado de dientes de dragón, trozos de carne mongoliana y algo de maní. Si la salsa barbecue le ha puesto el sello norteamericano a casi un siglo de historia, la de soya está sazonando este proceso de “Pacificación” con un toque Made in China.
Es este hecho el que le da sentido a lo que considero es la “Pacificación” de las relaciones internacionales, es decir, el proceso a través del cual ciertas actuales o futuras potencias asiáticas seguirán activando y consolidando el área geo – económica del Océano Pacífico como su natural área de influencia y como el principal escenario de la proyección de su poder. En la medida en que este proceso vaya tomando cuerpo, China asumirá un rol cada vez más preponderante en el sistema. Los amigos de las predicciones científicas, esperan que China sea la potencia que termine por sacudir la estructura del poder global. En el menú, el chapsui está primero en la orden de pedido. En algún momento de este siglo, ambos pelearán palmo a palmo el centro de la mesa del poder mundial. Así lo han hecho ver los expertos y, no es casualidad que la mitad de la población estadounidense crea que China va a suponer el mayor reto para su estatus de potencia mundial en los próximos cien años (J. Nye Jr., 2003). En esta carrera, tanto el chapsui como la hamburguesa se enfrentan al crucial desafío de alimentar su débil poder blando. En el primer caso, dejar atrás la sensación de que el sostenido desarrollo de su economía va a ser frenado de golpe por la permanencia de su vieja y contradictoria estructura política y social – donde el tema de los derechos humanos es altamente sensible – y, en el segundo, revertir la sensación de que, gracias a un poder duro sin precedentes, actúa sólo en favor de intereses propios pasando por encima de las herramientas políticas que el multilateralismo ofrece. Es un hecho que la “diplomacia de cañón” estadounidense ha impuesto por la fuerza en algunas mesas un menú sin siquiera preguntar qué es lo que se quiere comer. Pero, sistemáticamente se ha equivocado en pretender que todo el mundo trague ingenuamente hamburguesas bajo la creencia que es lo más nutritivo y sano que hay. Hemos sido testigos – y ellos más que nadie - de cómo algunos han lanzado violentamente los platos contra el suelo. La Pacificación progresiva o futura reorientación de los centros de poder hacia la cuenca del pacífico, tendrá un protagonista y ese será precisamente China. Al igual que lo fueron el Imperio Romano y ciertas ciudades medievales con el Mediterráneo y los estados nacionales o monarquías mercantiles con el Atlántico. En algunos aspectos, ya ha comenzado a chocar con los límites de lo posible, en otros ciertas estructuras anacrónicas aún ejercen resistencia y hacen más pesada su carrera. Tal como Europa se valió de tecnología oriental para nada menos que conquistar el mundo siglos atrás, es de esperar que el rígido politburó de Beijing termine por asimilar completamente la idea de que dentro de sus fronteras el chapsui – al que le quedan aún algunos minutos de cocción - también se puede comer con tenedor.

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