13 septiembre, 2006

Despierto con Bush


Pensaba en cuántos pedían perdón al demorarse en actualizar sus blogs. Según una persona que conozco cerca del 70% de los blogs que se crean cada día no superan la barrera de la primera posteada, considerando que según la literatura especializada todo aquél que quiera alardear frente a sus amigos el tan de moda "yo también tengo un blog" debe actualizarlo al menos una vez por semana. Me pasa que no tengo ante quién disculparme. Lamentablemente las visitas a mi espacio han descendido más que la popularidad de Bush en las encuestas, a quien la pregunta "What’s wrong?" - según entiendo por la prensa - le ha quitado el sueño por las noches tanto como lo ha hecho su obsesión por el petróleo. Bueno, el asunto es que luego de unos meses vuelvo a escribir sobre algunas ideas que espero sigan ayudando a superar el barroco estilo de redacción que traigo a cuestas. Es tarde. Reconozco que lo hago como una forma de esquivar la poco agradable sensación que te produce el estar con insomnio mirando el techo en la misma situación que George. Claro que en mi caso no es el petróleo, sino una chica. Ahora la página que pretendo escribir está prácticamente en blanco y me encuentro frente a los mismos fantasmas de los que habla Sábato, preguntándome cómo ser coherente en medio de una avalancha de ideas aparentemente inconexas. ¿Cómo ligar las tonterías que acabo de escribir con el tema que del cual quiero hablar y que por pertenecer a la agenda mediática del establishment puede ser catalogado de serio? Antes de cometer un desaguisado – acuso el peso de no escribir sin presión desde hace algún tiempo – intentando colocar a la fuerza en la fila de la coherencia ideas rebeldes y poco amistosas entre sí, reconoceré que no hay conexión lógica, salvo que la persona de la cual voy a hablar también es una chica, como aquella que me tiene junto al hombre más poderoso del mundo despierto a esta hora y que, además, las letras que encabezan sus respectivos nombres son las mismas. Es sólo coincidencia que en estos momentos me esté llevando a la boca una de esas bolitas de chocolate con centro de maní tan famosas en Norteamérica. Mucho se ha hablado de lo progresista de un Chile que se ha atrevido a elegir a una presidente mujer, dándole la espalda a su tradición conservadora. Hoy, desde una perspectiva de género, hay muchos que hinchan su pecho y me atrevería a decir que son pocos los que se arriesgarían a decir en público que las mujeres sólo sirven para gobernar una casa. Es el Chile de hoy, un Chile de cambios bruscos, donde hemos visto caer parte de los viejos ídolos y costumbres del siglo XIX que – gracias al gran manejo político, económico y mediático de la derecha - perduraban todavía en la década de los 90’. La irrupción de la mujer en el mundo profesional y en el desempeño de tareas de alta responsabilidad es una realidad. De hecho, son cada vez más los maridos que se quejan cuando deben calentar su comida en el microondas al llegar del trabajo y que sienten temor por el futuro de sus hijos ante el creciente fenómeno de la "madre ausente". Durante los años 90’ fue un tema recurrente de novelas, teleseries y estúpidos debates televisivos el hecho de que una mujer tuviera un salario mayor que el de su cónyuge. Aparentemente hoy en día nadie cuestiona las capacidades de una mujer para gobernar una nación. En efecto, esto ha favorecido a una Bachelet que en el Chile de hoy no tiene que llegar a demostrar que el usar tacos, colaless y maquillaje es un impedimento para gobernar. Sin embargo, eso no quita que se generen expectativas en torno a su figura y a su papel de Presidenta. Bachelet de ninguna manera tiene que cumplir la tarea de hacernos perder el temor a ser gobernados por una mujer pues ese temor creo que no existe de manera masiva. Lo que nos tiene que hacer perder es la constante desconfianza de la política hecha a puertas cerradas y el miedo a que en algunos años más aparezcan, como consecuencia, inundando los medios de comunicación otros Joaquín Lavín versión bicentenario. Por eso mismo, lo que deberá realmente demostrar Bachelet es que su elección como candidata de la izquierda no fue una maniobra política destinada a darle una brisa de novedad – a nivel de percepción ciudadana - al estancado aire de la Concertación y quitarle a algunos el temor que despierta el fantasma del PRI mexicano. Es un hecho que Bachelet, en su calidad de mujer, supo introducir y ser percibida como una sensación real de cambio luego de 3 periodos sucesivos de gobiernos concertacionistas. Esto, luego de que años antes cerca del 50% del país votara por el eslogan lavinista "viva el cambio". Es indudable que como mujer representa un potente elemento de marketing político en un Chile un poco aburrido de lo mismo. Es ahí donde podemos cuestionarnos si efectivamente Michelle emergió como la líder natural de la izquierda chilena o si más bien fue producto de una Concertación que no podía dormir tranquila y se desvelaba – tal cual lo estoy haciendo ahora junto a Bush - preguntándose cómo lo podía hacer para optar a un cuarto gobierno consecutivo.

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